Resumen. Brasil apuesta por el hidrógeno verde y energías sostenibles con proyectos clave en el Puerto de Açu. Sus bajos costos energéticos y abundantes recursos lo posicionan como un potencial líder en renovables. Sin embargo, la inestabilidad financiera y el alto costo del crédito dificultan la atracción de inversiones.
Ubicado a 320 km de Río de Janeiro, el Puerto de Açu es la mayor base de apoyo para la extracción de petróleo en alta mar y maneja más del 30% del crudo exportado por Brasil. Sin embargo, en los últimos años ha cambiado de rumbo, atrayendo inversiones por US$ 5.000 millones en fábricas de turbinas eólicas, amoníaco, combustible sostenible y hierro metálico puro.
Este cambio refleja la ambición de Brasil de aprovechar su abundante energía renovable para atraer industrias limpias y procesar más materia prima en el país. Con más del 85% de su electricidad proveniente de fuentes no fósiles y costos energéticos en caída, Brasil se perfila como un líder en la producción de hidrógeno verde, clave para descarbonizar sectores como la siderurgia.
Vale, la mayor minera de hierro del mundo, abrirá una planta de procesamiento ecológico en Açu en 2028, consolidando al puerto como un centro estratégico para la industria sostenible.
Brasil podría convertirse en un gran exportador de acero verde. McKinsey, una consultora experta en el tema, estima que producir hierro metálico limpio en el país costará US$465 por tonelada en 2030, frente a los US$560 en la UE. Según Global Efficiency Intelligence, fabricar acero verde en Brasil será más barato que en China, EE.UU., Japón o la Unión Eueropa, gracias a su menor costo de hidrógeno verde.
El país también apuesta por el combustible sostenible para aviación (SAF), aprovechando 2.000 millones de toneladas de desechos orgánicos anuales. Con regulaciones más estrictas en la Unión Europea y una demanda global proyectada de 5 millones de barriles diarios para 2050, Brasil podría producir 1,3 millones, consolidándose como líder. Desde 2022, se han anunciado más de US$ 4.000 millones en inversiones en biocombustibles, incluyendo SAF.
Sin embargo, la economía es un obstáculo. El alto costo del crédito frena inversiones en proyectos intensivos en capital. En 2023, el real fue la moneda de peor desempeño mundial, perdiendo más del 20% frente al dólar. La incertidumbre sobre la política fiscal del presidente Lula y un déficit del 10% del PIB preocupan a los mercados. Con una de las tasas de interés más altas del mundo (13,25%), atraer inversión sigue siendo un reto. Si Brasil no logra estabilidad económica, sus ambiciones verdes podrían verse truncadas.