No sé si ya has visto cómo funciona Grok, la Inteligencia Artificial (IA) desarrollada por xAI de Elon Musk, pero más que democratizar la conversación, está sembrando caos. En X (antes Twitter), entre ayer y hoy, vi cómo políticos y medios la usan para validar sus posturas y cómo se forma una guerra de preguntas y respuestas que, lejos de aclarar, confunden más.
Para que se entienda, en X, un usuario le pregunta algo a Grok en un Tweet y la respuesta es pública y cualquiera puede interpretarla o rebatirla como quiera. Además, puedes preguntarle de distintas formas hasta que diga lo que tú buscas. Esto no solo es peligroso, sino que puede llegar a ser caótico.
Grok, a pesar de los intentos por hacerlo menos tóxico, mantiene un tono irreverente. Responde con sarcasmo, entiende la ironía y juega en el mismo código de X. No es coincidencia. Las IA reflejan el entorno en el que fueron entrenadas y Grok es un espejo de X: sesgada, ruidosa y polarizante. Elon Musk lo sabe, pero igual avanza. Fue él quien advirtió que la IA podía causar el fin del mundo y pidió una pausa global para regularla. Hoy parece olvidar sus propias palabras.
En este escenario, cualquier cuenta (persona o troll), puede jugar a ser influyente, construir verdades alternativas o destruir reputaciones. El modelo de verificación pagado solo facilita que actores malintencionados operen con apariencia de autoridad.
Solo bastan unos haters organizados para preguntarle a Grok si una figura pública o empresa contamina, evade impuestos o explota empleados. Si la IA lo insinúa, aunque no sea cierto, la narrativa ya está sembrada y el daño, estará hecho.
En un mundo donde las IA ganan protagonismo, el verdadero firewall será humano. Las soft skills como el pensamiento crítico, la empatía o las habilidades comunicacionales, son la única defensa real contra una inteligencia que, sin guía ética, solo amplifica el ruido.