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Por Redacción OnData
Tiempo de lectura: 7 minutos.
En el episodio #157 de OnData Talks, analizamos el fenómeno de los influencers, esa figura que en apenas una década pasó de ser un hobby para compartir fotos a convertirse en un actor clave (y polémico) de las estrategias de marketing. Hoy, su influencia trasciende lo digital, marcando tendencias de consumo, cultura y hasta política. ¿Son realmente imprescindibles? ¿O representan un riesgo para las marcas que apuestan por ellos?
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El fin de las redes sociales como las conocíamos
En los inicios de Facebook, la promesa era sencilla: conectar con tus seres queridos. Pero el algoritmo lo cambió todo. A medida que crecieron los contactos y el volumen de publicaciones, se volvió imposible ver todo en orden cronológico. Las redes comenzaron a mostrarte solo lo que más te atrapa para que pases más tiempo frente a la pantalla.
Plataformas como TikTok terminaron de romper la idea de “red social”: en lugar de priorizar a tus amigos, te muestran contenido que puede venir de cualquier parte del mundo. En este escenario, los influencers encontraron terreno fértil para amplificar su alcance: ya no importa a quién conoces, sino quién logra mantenerte mirando.
Influencers: ¿una moda o una nueva forma de hacer marketing?
En Ecuador, es revelador comparar a figuras consolidadas por su talento actoral y trayectoria, como Francisco Pinargote, David Reinoso u Oswaldo Segura, quienes a pesar de su reconocimiento y aporte cultural no concentran grandes audiencias en redes sociales, en comparación con creadores digitales como los Busta Brothers o Kevlex, que se han convertido en fenómenos de masas. Los Busta Brothers superan los 22,8 millones de seguidores en TikTok y Kevlex alcanza los 18,9 millones, cifras que superan incluso la población total de Ecuador, estimada en 18,5 millones.
Esto evidencia cómo el ecosistema digital actual no solo premia el talento, sino principalmente la capacidad de generar contenido viral que capte la atención masiva, redefiniendo qué significa ser influyente hoy.
Influencers y empresas: un matrimonio por conveniencia… o por necesidad
Para muchas marcas, llegar orgánicamente a nuevas audiencias se ha vuelto casi imposible: el algoritmo limita el alcance y la publicidad tradicional ya no engancha igual. Por eso, contratar influencers parece una opción tentadora para amplificar el mensaje, llegar a audiencias nicho y generar conversación.
Sin embargo, es una estrategia que no está exenta de riesgos:
Influencers sin ética que promocionan cualquier cosa.
Comunidades compradas con seguidores falsos.
Escándalos que pueden salpicar la reputación de la marca.
Chantajes digitales: creadores que amenazan con críticas negativas si no son contratados.
Por eso, antes de invertir, las empresas deben preguntarse:
¿El influencer comparte los valores de mi marca?
¿El contenido que publica es auténtico o solo publicidad disfrazada?
¿El engagement es real o inflado con bots?
¿La colaboración aporta valor más allá de la visibilidad?
¿Son imprescindibles?
Hoy, los influencers son una realidad imposible de ignorar. Representan una herramienta poderosa para conectar con audiencias jóvenes y digitales, pero también un campo minado si no se gestionan con criterio. Al final, más que una obsesión por los números, las marcas necesitan elegir aliados con propósito, coherencia y autenticidad para que su mensaje no se pierda en un mar de likes vacíos.
En conclusión…
En definitiva, los influencers hoy son parte fundamental del ecosistema de comunicación, pero su papel no debería limitarse a generar polémica o buscar viralidad a cualquier costo. Es clave que asuman un compromiso real con la sociedad y con las marcas que representan, aportando con contenidos auténticos, éticos y responsables. Los creadores de contenido deben ser un aliado estratégico que sume valor, y no convertirse en una carga que ponga en riesgo la reputación o credibilidad de las empresas. En un entorno donde la influencia es poderosa, la responsabilidad y la coherencia son más necesarias que nunca.